A última hora de la tarde, como en la que se hizo la fotografía, podemos contemplar paisajes con siluetas de viviendas, naves de aperos, algún algarrobo suelto o incluso algún caserón a lo lejos. El ruido de las máquinas ya ha cesado y el silencio se hace con el campo, salvo algún coche o furgoneta del dueño de las tierras haciendo los últimos repasos en los cierres de las naves, el ordenador que controla el agua o simplemente estar horas charlando con otro empresario vecino, hablando del precio del mercado, de las nuevas semillas o de lo poco que llueve. Hasta el click de la cámara suena demasiado a esas horas.
(C) JARM
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